BOLETIN DEL INSTITUTO DE DEFENSA LEGAL IDL N° 80,
17 de septiembre del 2000
¡Victoria!
(Reflexiones y propuestas en un día histórico)
Vivimos
momentos históricos. Una pesadilla empieza a terminar. Nada será fácil en los
meses y años que vienen. Nunca lo es en ningún lugar. Pero tenemos hoy, de
nuevo, una oportunidad de construir un país digno, justo, democrático y con respeto a los derechos
humanos.
La
caída del régimen de Fujimori, porque de eso se trata, es una victoria de todos
los peruanos que no quisimos resignarnos a la imposición del abuso, de la
prepotencia y de la violación de la ley; de todos los que sostuvimos que
Fujimori no podría ser presidente a partir del 2000, porque era ilegal e
ilegítimo; de todos los que alzaron su voz contra unas elecciones que fueron un
ritual arreglado, con Vladimiro Montesinos como sumo sacerdote y que nunca,
pero nunca, estuvieron previstas para tener otro resultado. (Por Dios, qué
mejor prueba de lo que decimos, que el vídeo del escándalo sea del ¡5 de mayo!;
o sea casi un mes antes de la segunda vuelta ya compraban su “mayoría” para
gobernar).
Es también una victoria de todos
los peruanos que no se resignaron luego del 28 de mayo a los hechos consumados.
Que insistieron tercamente en que la salida era: nuevas elecciones generales
sin Fujimori. Que no se podían resignar
a ser gobernados por Fujimori y Montesinos por cinco años más. Que le
dijeron a la OEA que su estrategia era equivocada, que un régimen como ese no
se podía democratizar a sí mismo gradualmente, porque iba contra su entraña
misma. Una victoria de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos que dijo
en Windsor que lo que correspondía era aplicar la Resolución 1080 porque se había interrumpido la democracia en el
Perú y lo único que cabía era exigir nuevas elecciones. Una victoria de Stein,
una derrota de Eunaudi.
El tercer fujimorismo cayó a los 50 días,
más rápido incluso de lo que pensábamos. ¿Qué determinó su caída? Tenemos la
impresión que la crisis final empezó con lo del tráfico de armas. Fujimori y
Montesinos tuvieron que “descubrir” apresuradamente un tráfico en el que
estaban embarrados hasta el cuello, porque otros lo iban a sacar antes que
ellos (¿los gringos?). Rápidamente Colombia, Jordania, España y finalmente los
Estados Unidos los desmintieron en todos los extremos. Horas antes de la
renuncia de Fujimori, el Departamento de Estado de los Estados Unidos anunciaba
su veredicto final: las armas fueron vendidas legalmente al Perú y tenían
pruebas de que generales peruanos en el activo habían participado. Démonos
cuenta de la magnitud del hecho: había gente de las Fuerzas Armadas, al más
alto nivel, que le daban armas a la guerrilla marxista que convulsiona a un
país vecino y recibía a cambio, según todo parece indicar, dinero procedente
del tráfico de drogas. No hay que ser muy astuto para asumir que Montesinos era
parte del negocio, la duda que algún día se aclarará es la de hasta dónde
estaba involucrado el propio Fujimori. Pero en todo caso lo protegió y lo
avaló. Y no fue la única vez. Lo defendió cuando el narco “Vaticano” lo acusó
de cobrarle $50 000 al mes por permitirle traficar drogas; también cuando se
descubrieron sus ingresos millonarios y sus cuentas secretas. Fujimori en cada
una de esas oportunidades hizo algo que no ha hecho por nadie más: puso
públicamente sus manos al fuego por él. A la larga, las quemaduras fueron
mortales.
Tenemos la impresión de que el
tráfico de armas fue la gota que rebasó la paciencia de los Estados Unidos y
que precipitó las contradicciones internas en las Fuerzas Armadas que permitieron
la fuga del famoso vídeo. Y el vídeo comprobó lo que muchos ya sabíamos: 1.-
Fujimori y Montesinos no se iban a detener ante nada para seguir en el poder.
2.- Su poder se basaba en una red de corrupción y chantaje que involucra a
cientos de personas en los puestos claves del país. 3.- Que las razones para
quedarse en el poder nada tenían que ver con los altos intereses de país, sino
con la continuidad de sus oscuros negocios e intereses.
Al estallar el escándalo
Montesinos–Kouri empieza para Fujimori un problema sin solución. No podría
gobernar con Montesinos de ahora en adelante. Montesinos tenía que irse para
sobrevivir él. Pero él sabía que Montesinos no se iba a ir solo (¿cuántos
vídeos del propio Fujimori tendrá Montesinos?). Desde hace muchos años Fujimori
y Montesinos son socios inseparables. Montesinos sabía demasiado (sabe
demasiado) y arrastró en su caída al régimen.
Hay muchísimo más por analizar
sobre todo lo ocurrido, y lo seguiremos haciendo en los próximos días, pero
queremos de inmediato pronunciarnos sobre algunos asuntos de la mayor urgencia:
1.- Fujimori tiene que irse. Si
estuviéramos ante un presidente legítimo cumpliendo un periodo legalmente
conseguido, se trataría de otro asunto; pero estamos ante un gobernante
ilegítimo que obtuvo este mandato violando la Constitución en elecciones
fraudulentas. En la medida en que Tudela y Márquez son parte de lo mismo, no
podrían ser su reemplazo.
2.- Se debe establecer un
gobierno de transición presidido por alguien de incuestionable moralidad y
aceptación ciudadana que deba hacer los cambios indispensables que garanticen
elecciones limpias y libres; para luego entregar el poder a un presidente
democráticamente elegido a más tardar el 28 de julio del 2001.
3.- El Congreso no puede seguir como
está, ni ser el escenario principal de la transición. La mayoría es la minoría
y la minoría es la mayoría. Por lo menos habrá que buscar la fórmula (la
“renuncia” de todos los tránsfugas podría ser la más fácil) para poner las
cosas como debían haber sido. ¿Puede un Congreso presidido por Martha
Hildebrandt garantizar la transición? ¿Puede una Comisión de Defensa y Orden
Interno presidida por Martha Chávez encargarse de la imprescindible depuración
del alto mando militar cercano a Montesinos?
4.- El diálogo de la OEA debe ser el
escenario de los acuerdos políticos de la transición. Allí se deberán priorizar
los urgentes cambios en las Fuerzas Armadas, el Poder Judicial, el acceso a la
información y la libertad de prensa, así como la total reorganización de los
organismos electorales para crear las condiciones mínimas para elecciones
libres y justas. Pensamos que para que la OEA pueda cumplir ese rol, la actual
Misión Permanente deberá ser acompañada y reforzada de una manera muy activa
por la Misión de Alto Nivel acordada en Windsor.
5.- Vladimiro Montesinos tiene que ser
detenido y procesado de inmediato. La información que tiene en su poder debe
ser preservada para establecer todas las responsabilidades que corresponden. No
ese trata de venganza, sino de elemental justicia. Alberto Fujimori y los
mandos militares deberán dar cuenta al país si permiten que fugue al exterior.
6.- Para que todo lo anterior sea
posible se debe evitar caer en la trampa del “legalismo” fujimorista. Hay una
crisis política total provocada exclusivamente por los actos de un gobierno
ilegítimo. Se requieren, por tanto, soluciones políticas que en función de
auténticos valores democráticos y respetando los principios básicos del
Derecho, solucionen la crisis. Ya Martha Chávez ha dicho que las nuevas
elecciones no pueden ser antes de dos legislaturas ordinarias de este Congreso
con ellos a cargo porque la Constitución no contempla las elecciones
adelantadas. Si nos apegamos al formalismo y no a la sustancia de lo que está
en juego, podríamos darle la razón. Pero es obvio que si seguimos por ese
camino el país estalla.
La pesadilla parece acercarse a su fin.
Pero cuidado, hoy más que nunca la vigilancia ciudadana debe asegurar que la
transición no sea fruto de arreglos que permitan la impunidad de los
responsables de los crímenes contra los derechos humanos, la voluntad popular y
la moral pública.
Sí, hay que mirar al futuro y no
caer en la vendetta; hay que construir una transición ordenada y sin
traumas. Pero la justicia no es venganza. Es
más bien, y lo prueban muchas experiencias históricas, el camino más
sólido para la reconciliación nacional.
(Sigue boletin)
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